Ps.Carolina Villalba

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8/12/2006

Narcisistas, enamoradizos e inescrupulosos....



Ensayo sobre el Don Juan

Publicado en: Revista Argentina de Psiquiatría Forense, Sexología y Praxis, de la Asociación Argentina De Psiquiatras, Año IV, Vol. 2, N° 2, Mayo De 1997, Bs.As. Fuente www.sexovida.com

“El mito es el sueño colectivo, y el sueño el mito privado”, Joseph Campbell.
Introducción
Fuente de inspiración para muchos autores, la figura de Don Juan ha ganado muchos seguidores en la realidad cotidiana. Para estos personajes narcisistas, enamoradizos e inescrupulosos, amados y envidiados tanto como odiados, todo vale a la hora de conquistar a una mujer. Sus orígenes literarios y una mirada en su psicología nos permitirán comprender mejor a estos seres seductores pero temibles, a los que se les puede asignar aquella frase de Oscar Wilde: siempre terminan destruyendo lo que aman.
Don Juan en el arte
El personaje de Don Juan no tiene realidad histórica, aunque se haya inspirado en seres con existencia real. A diferencia de Giovanni Jacopo Casanova (que es otro paradigma del eterno seductor ), un veneciano que escribió sus memorias describiendo hazañas eróticas de todo tipo -casi gimnásticas-, el Don Juan es una creación literaria.
Muchos escritores se dedicaron a él, entre los que se cuentan genios de la talla de Corneille, Molière y Rostand en la lengua francesa; lord Byron -que con este tema escribió un poema épico- y Bernard Shaw en la inglesa. Pero la versión más conocida por nosotros, quizás la primera, es la del escritor y monje español Tirso de Molina, quien nació en el siglo XVI. Se la conoce como “El burlador de Sevilla” y en ella, entre otras andanzas, se nos cuenta que Don Juan mata al comendador de esa ciudad cuando éste quiere vengar el honor mancillado de su hija. Luego, en el curso de una cena, en una de sus tantas bravuconadas, invita al espíritu del asesinado a que se presente, ya que él no teme su venganza. En realidad, la que se presenta a la fiesta es la estatua erigida en homenaje al comendador de Sevilla: es el famoso “convidado de piedra” que termina enviando al infatuado personaje a los infiernos. Dentro de la lengua española hay otro autor, José Zorrilla, quien retoma esta obra, pero termina redimiendo a Don Juan Tenorio al esposarlo con su verdadero amor, Doña Inés.
Los músicos no estuvieron exentos de la fascinación que produce esta figura; grandes compositores como Gluck y Richard Strauss le rindieron culto con sus obras. Sin lugar a dudas el caso más famoso es la ópera Don Giovanni de Wolfgang Amadeus Mozart quien, con libreto de Lorenzo Da Ponte -quizás influenciado por Tirso de Molina-, compuso esa obra inmortal donde el protagonista también es enfrentado por la estatua de piedra y condenado al fuego eterno. La ópera introduce al joven Leporello, que siempre acompaña a Don Giovanni, y en quien algunos han querido ver, cual alter ego, una vertiente homosexual del eterno seductor. Leporello es quien nos dice:
“Un catálogo tiene que yo he hecho;observad, leed conmigo.En Italia seiscientas cuarenta;en Alemania, doscientos treinta y una,cien en Francia, en Turquía noventa y una¡ pero, en España, pero en Españaya van mil tres, mil tres, mil tres!”
Algunas interpretaciones sobre el donjuanismo
Los donjuanes cotidianos se asemejan mucho al de la ficción; son individuos que necesitan seducir todo el tiempo, que aparentemente se enamoran del sujeto amado, pero una vez que lo han conseguido lo abandonan. No pueden quedar fijados en una persona determinada. Al igual que el personaje mítico son anarquistas del amor (1). Ignoran la felicidad, la virtud y la decencia. Consideran válida cualquier arma para conquistar, son los que dicen: en la guerra y en el amor todo vale, ya que los sentimientos hacia la otra persona no son tenidos en cuenta. Sólo les interesa el instante de placer, y el triunfo permanente sobre la mujer que someten y el marido o novio que logran burlar. El escritor mexicano Carlos Fuentes, en su libro “Terra Nostra”, pone en boca de Don Juan esta frase: “porque ninguna mujer me interesa si no tiene un amante, marido, confesor o Dios al cual pertenezca y si al amarla no mancillo el honor de otro hombre”.
El varón con conductas donjuanísticas percibe al amor como algo deportivo, como una competencia permanente y esto lo vemos en el personaje literario que juega apuestas con otros varones desafiándolos a que traten de conquistar mayor cantidad de mujeres que él. En la ópera de Mozart, Don Giovanni lleva una larga lista -como narraba antes el joven Leporello- donde anota los nombres de sus seducidas.
Una teoría interesante, se refiere a los sentimientos homosexuales latentes del Don Juan (2) quien, al llevarse a la cama a la mujer de otro, también estaría acostándose con el esposo o novio ultrajado. En Casanova, Caballero de Seingalt (como gustaba de llamarse a sí mismo), también aparecen rasgos sexuales equívocos en sus amores con mujeres trasvestidas como varones o muchachos jóvenes (3). Su narcisismo extremo lo lleva a revelar su esencia: “Pensé en casarme con ella cuando la amaba más que a mí mismo, pero cuando me alejé de su lado descubrí que el amor que sentía por mí mismo era más fuerte que el afecto que ella me había inspirado”. De esa manera , nos dice el psicólogo y sexólogo Roberto Rosenzvaig, “su aparente hedonismo de carácter absoluto oculta el desprecio por el placer compartido, porque su acción se convierte en un monólogo narcisista. Según Foucault los dos grandes sistemas de reglas que Occidente ha concebido para regir el sexo - la ley de la alianza y el orden de los deseos- son destruidos por la existencia de Don Juan”. (4)
Otra hipótesis más conocida atribuye al seductor crónico la búsqueda desesperada del personaje materno y el intento de recuperar a la madre en cada mujer. Pero, si esto se concretara en sus fantasías edípicas, inmediatamente tendrían que abandonarla porque de lo contrario significaría mantener relaciones con la mujer que lo ha traído al mundo, lo que los lleva a su eterna dificultad de amar a quien desean: son los que, acuciados por el fantasma del incesto, “cuando aman no pueden anhelar, y cuando anhelan no pueden amar”, en las palabras de Freud (5).
El estilo seductor puede tomar los rasgos de una verdadera compulsión; en este sentido es que el psicólogo Stanton Peele los define como adictos, en el sentido de que la adicción “es una experiencia nacida de la respuesta subjetiva y rutinizada de un individuo a algo que para él tiene un significado especial, algo que le da tanta seguridad y confianza que sin ello no puede vivir” (3). El mito descubre así “una característica del imaginario erótico masculino, corporizado en la posesión, la dominación y el libertinaje, que habría de campear hasta nuestro propio siglo y sobre la que se fundamenta la conquista compulsiva” (4).
A pesar de que el escritor Albert Camus decía que Don Juan se enamoraba de todas las mujeres, quizás intuimos que él cree estar enamorado; pero ese sentimiento es algo tan fugaz, que podríamos sospechar que nunca lo está. En todo caso constituye un deseo de tipo platónico: como verdadero amor nunca llega a concretarse. Platón decía que uno desea lo que no tiene; es lo que pasa con el Don Juan: una vez que posee lo que deseaba ya no le interesa más. Lo mismo ocurre si la mujer se enamora de él, esto es suficiente para que él la abandone. A veces ni es necesario que hayan mantenido relaciones sexuales, basta que le demuestre que estaría dispuesta a hacerlo para que se torne una victoria para él. Si la mujer que elige como presa le es indiferente, o no cede ante su artillería seductora, el Casanova se vuelve obstinado. Lo más probable es que si lo rechazan se encapriche y, valiéndose de todas sus artes, insista hasta conquistarla. (6)
¿Es el Don Juan una persona feliz?, se podría preguntar. Siguiendo con los arquetipos podemos citar el caso de Casanova, quien vivió sus últimos años en la ruina, olvidado en una biblioteca pública donde trabajaba como empleado, sin amigos, sin familia, sin dinero (7). Y no debemos olvidar que el Don Juan literario termina condenado a los infiernos. Si nos remitimos a la realidad, llegada cierta etapa de su vida, el Don Juan se encuentra con una limitación física para sostener su seducción; ya no puede resistir el ritmo de una maratón amatoria. En el film de Scola, “La noche de Varennes”, vemos a un Casanova ya viejo -interpretado por Mastroianni-, quien se encuentra con una mujer joven que queda prendada de él, o quizás de su fama, y el eterno seductor, ya vencido, le dice: “te encontré demasiado tarde en la vida y vos me encontraste demasiado temprano”. Al final, después de tanto seducir y abandonar, se encuentra con la soledad y esto comienza a pesarle. Me estoy refiriendo a un sujeto de 40 a 50. Muchos de ellos, pese a la edad, siguen viviendo con su madre, lo que corrobora la interpretación edípica del donjuanismo. La madre es la única mujer que no ha podido timar y, de alguna manera, se ha casado con ella.
Los donjuanes suelen divertirse con el sufrimiento ajeno: tienen razón las mujeres que los tildan de desalmados. Al menos no consideran al amor de la manera profunda y comprometida con que lo hace el común de la gente. Para ellos no existe el amor perdurable que motiva al otro, que enaltece; el suyo es un amor fugaz, que destruye (6). Esto se explica porque, en su seducción indiscriminada, estos seres no ven a las personas como tales, sino como personajes de sus propias fantasías; son los objetos de un botín al que aspiran.
Para el Don Juan no siempre es imprescindible la posesión sexual; si sólo le bastara lo carnal, aceptaría mantener relaciones con prostitutas, sin embargo éstas son mujeres a las que no les interesa seducir. Salvo estos casos, las demás le dan lo mismo: lindas o feas, jóvenes o viejas, exitosas o desdichadas, todas son iguales ante sus ojos. Lo más importante es el sometimiento de la voluntad. Por su narcisismo incorregible basta que una mujer le evidencie su entusiasmo, su admiración hacia él, que lo haga sentirse irresistible, para que goce con su aventura. Desde el lado femenino podría decir que, tengan o no una aventura con ellos, se sienten atraídas en un primer momento o, por lo menos, consideran interesantes a estos personajes. Es que el Don Juan vive seduciendo: si está reunido con amigos y llega una mujer, de inmediato cambia de actitud. Su instinto lo pone en alerta, le previene que ha llegado una presa.
No necesariamente, aunque en el imaginario colectivo se lo vea así, ser un Don Juan significa tener más aptitudes para la sexualidad. El mérito mayor, si es que lo tiene, es su facilidad para halagar la sensibilidad femenina: saben darle a cada mujer lo que ella está necesitando. En este sentido son personajes camaleónicos que se metamorfosean con la persona que tienen al lado: perciben muy rápido los gustos, debilidades, preferencias y carencias de la mujer, y con esos datos manejan la relación. Con respecto a la sexualidad habría, en todo caso, una mayor actitud que aptitud. No se trata de que sea un superamante o un superdotado, sino de su habilidad especial para captar el tiempo sexual de su compañera.
Hay quien podría pensar en una manifiesta inmadurez afectiva en estos personajes. La crisis que suelen tener cerca de los 50 se enlaza con su mundo de afectos insatisfecho, devastado. A esa edad, quien hasta ese momento sólo había sabido seducir y abandonar, se da cuenta que sus amigos están casados, que no tiene hijos, quizás sus mayores han muerto, y él ya no puede gozar de tanta compañía femenina como a los 20 o 30. A esto se suman los comentarios sobre su persona : ”¿Cómo puede ser que todavía no se haya casado?”. Tras esta pregunta puede aparecer el fantasma de la homosexualidad y comienza a tambalear su imagen social de la que tanto alardeaba (una característica de estos individuos es pavonearse con sus hazañas). Todo esto deriva en conflictos que evidencian su fragilidad emocional, sus carencias afectivas, su inmadurez para mantener una relación de pareja fuera de los parámetros a los que estaba acostumbrado. Si bien hay casos que esta crisis los lleva a replantearse su existencia y desean formar una familia, hay otros que llegan a los consultorios buscando - como decía un paciente- “que le vuelvan a dar energía para continuar en carrera”. Si recuperan su autoestima algo alicaída, se ríen de los comentarios que los llevaron a ese trance y quieren seguir con sus conquistas. Otros, los más sensibles e inteligentes, quieren asentarse y tener hijos; se sienten urgidos por la edad y buscan ayuda para encaminar sus vidas (6).
Para lograr lo anterior deben cambiar la imagen que tienen de la mujer ya que son machistas, con una visión distorsionada de las mujeres. De hecho, el sexo femenino es algo que Don Juan manipula a su antojo para conseguir satisfacción. Él justifica esta actitud desamorada con una explicación muy práctica: “ya no siento eso que sentía, lo que hubo entre nosotros se acabó, debo buscar algo nuevo”. Se podría suponer en una vertiente fóbica en estos personajes, con una necesidad de poner distancias en los contactos afectivos duraderos, ya que serían vistos como una amenaza de castración. Lo cierto es que, en algunos casos, la fobia ante la figura femenina -objeto fobígeno por excelencia para el Don Juan- es trasmutada en una actitud de embeleso y seducción permanente.
Conclusiones
Hay quienes piensan que son unos triunfadores en el campo amoroso tanto como en otro orden de cosas, pero no confirmaría tal paralelismo. Si bien el Don Juan cree dominar a la perfección las artes amatorias, puede no tener la misma habilidad para estar al frente de un negocio, seguir una carrera universitaria o asumir el compromiso de la paternidad. Su elemento fundamental, su materia básica y leit motiv existencial es la seducción, donde los demás lo suponen un experto.
Pero los años pasan y si con 60 pretende seducir a mujeres de 20, no va a tener mucho éxito y quedará ridiculizado, fuera de contexto. Lo que hacen otros Casanovas es guardar el espíritu guerrero para una que otra ocasión en la que se permiten un desliz. Pero antes que nada se aseguran una buena contención afectiva a través del matrimonio y la paternidad: algunos llegan a ser excelentes padres.
Otro aspecto a destacar es la actitud frente al mundo varonil: también seduce a sus compañeros desde su virilidad, contándole sus hazañas, presentando sus nuevas conquistas. Si la reciente aventura del eterno seductor es joven y bonita, y el amigo del Don Juan es casado, se produce la combinación ideal para que nuestro personaje se convierta en un ideal del yo, porque él impresiona como logrando todo lo que el otro no puede. Esto se acentúa en un sociedad patriarcal y falocéntrica, es por ello que causan tanta fascinación. Él sabe y puede, al menos en lo que a conquistas amorosas se refiere. En cuanto al contacto auténtico y hondo, enaltecedor, de solidaridad, compañerismo, amor y compromiso, termina siendo un patético fracaso.
Bibliografía
(1) Sapetti, A.; Rosenszvaig R.: Sexualidad en la pareja. Editorial Galerna, 1987, Bs. As.
(2) Kaplan, H.; Sadock, B.; Grebb. J. : Synopsis of Psychiatry, 7th edition. Williams & Wilkins, 1994, Baltimore, USA.
(3) Rosenzvaig, R.: La pareja al desnudo. Editorial Sudamericana, 1994, Bs. As.
(4) Rosenzvaig, R.: Los fantasmas del amor. Editorial Sudamericana, 1996, Santiago de Chile.
(5) Freud, S.: “Sobre una degradación general de la vida erótica”, en : Ensayos sobre la vida sexual y la teoría de las neurosis. Obras completas, Editorial Biblioteca Nueva, 1948, Madrid.
(6) Sapetti, A.: Los varones que saben amar. Editorial Galerna, 1996, Bs. As.
(7)Trachtenberg, P.: El complejo de Casanova. Editorial Sudamericana, 1992, Bs. As.
Dr. Adrián Sapetti.

1 Comments:

  • At 12:19 a. m., Anonymous Anónimo said…

    me gusto el articulo.muy completo y aggiornado a la epoca actual

     

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